Dibujo Coronación de Nuestra Señora del Carmen de Tirana (Michael Leonardo)


 UNA CORONA PARA NUESTRA MADRE 


Federación de Bailes Religiosos de La Tirana 

Colaboración: Museo de la Vivencia Religiosa del Norte Grande 

Dibujos: Michael Leonardo 


UNA CORONA PARA NUESTRA MADRE 

El pueblo nortino está feliz de recibir en estas tierras al Sucesor de Pedro, el Papa Francisco. Es una gran alegría que haya querido venir a Iquique en el marco de su visita a Chile. Es por ello que, en la Misa que celebrará en el sector de Playa Lobito el próximo 18 de enero de 2018, se traerán diversas imágenes de veneración como presencia de esa realidad de fe y devoción del Norte Grande. En esta ocasión será traída del Santuario, la imagen venerada de la Virgen del Carmen de la Tirana, la que no sale de su santuario desde la peregrinación por el Norte Grande con ocasión del Gran Jubileo el año 2000. La Chinita tan querida, en su imagen grande, volverá a Iquique para recibir la veneración del Papa. 

Aprovechando esta hermosa oportunidad es que los Bailes Religiosos del Norte Grande de Chile hemos pedido que el Papa corone esta tan venerada imagen, colocando sobre su cabeza y la del Niño Jesús, coronas que hablan de nuestro amor, entrega, fe y devoción. Queremos que en nombre del pueblo creyente nortino corone a nuestra Madre. Él como pastor de todos nosotros, con este gesto nos confirmará en la fe y devoción a María, invitándonos a tenerla como nuestra Madre, Reina, Maestra y estrella del camino.


María, Reina y Madre 

La Virgen María ha sido llamada tradicionalmente entre otros títulos “Reina”, la oración de la Salve lo recuerda: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…” y otras oraciones que la proclaman “Alégrate, Reina del cielo …”, “Salve, Reina de los ángeles…” ¿Por qué la llamamos Reina?

El uso del término “rey” proviene de la palabra latina “rex” y el verbo “regere” que significa conducir, gobernar indicando el camino correcto. Jesucristo es Señor, Redentor y Rey de todo cuanto existe, y Él nos conduce y gobierna sobre todo el Universo.

La Virgen María como Madre de Cristo lo siguió como su más fiel discípula, y con su ejemplo es modelo para la Iglesia de cómo caminar tras las huellas del Maestro. Ella, totalmente unida a Cristo, participa de la obra redentora de su Hijo y ante Él, es nuestra Madre e intercesora. Ella nos guía en el camino del encuentro con Cristo, y por esa íntima unidad a Cristo, la proclamamos Madre y Reina de nuestras vidas. Ella la Madre del Rey, es Reina y Madre; pero una reina distinta.

La Virgen María ha quedado plasmada en la imagen del texto del Apocalipsis (Cap. 12),1-9): La mujer vestida de sol, coronada de doce estrellas, con la luna bajo sus pies y que da a luz al Salvador. Ella, la totalmente llena de Gracia, después de su peregrinación por este mundo, fue llevada en cuerpo y alma al cielo para vivir eternamente en la gloria de Dios, coronada con la victoria del triunfo de la Fe. Desde allí intercede por nosotros y nos guía con su maternal cuidado. El Papa Pablo VI dijo: “sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre”.

 La corona que hoy posee es de “Gloria” pues, después de haber recibido en su corazón una corona de dolor unida al misterio de la pasión y muerte de su Hijo. Ella tuvo que hacer el peregrinar de una fe movida por lo que Dios le dijo, sin otra prueba que colocar su confianza en su Palabra. Con su actitud se volvió Maestra de la Fe y modelo de Esperanza para los cristianos. Junto a los discípulos los anima a esperar en oración la manifestación del Espíritu en Pentecostés. Es creyente y como tal confía, ama y espera. Por esta forma de ser de María, la descubrimos como Maestra y ejemplo, nos refugiamos en ella como intercesora cuya voz el Hijo nunca deja de oír, tal como en las Bodas de Caná.

Desde el primer momento del cristianismo, hemos aprendido a confiar en María, declarada por Jesús nuestra Madre en el mismo momento de la cruz. Jesús sabe que los dolores más grandes de la vida se llevan mejor si la Madre está cerca.

Ella tiene un rol de amparo, ejemplo y consuelo en nuestra peregrinación de fe. Por eso, ella no sólo recibe la corona de la glorificación del cielo, sino también la nuestra, la del pueblo creyente y peregrino que la declara su Reina; es decir su guía en la marcha hacia el encuentro con el Señor.

 Ella es la Madre del Rey que, coronada de Gloria, nos muestra a Cristo desde el cielo y camina con nosotros aquí en la tierra. Es nuestra estrella luminosa que sabiamente alumbra nuestro peregrinar. Nos muestra una y otra vez a su Hijo, tal como lo mostró a los pastores y sabios venidos del Oriente en Belén.

Tal como lo muestra la oración de la Salve, María, es Reina pero no al modo humano, cuyo reinado se basa en el poder y la gloria de los honores de este mundo. Ella es ante todo Reina porque es Madre del Redentor, y como tal vive en la misma misericordia de su Hijo. Por eso le llamamos “Madre de misericordia”, y como tal es vida en nuestras vidas, dulzura en medio de nuestros valles de lágrimas, abogada ante nuestro Juez, la que nos muestra a Jesús, el fruto bendito de su vientre, Esperanza que nos invita a confiar en Dios. Ella es nuestro perpetuo socorro en medio de los peligros, la estrella que da paz en medio de tantas oscuridades, la madre que nos tiene entre sus brazos. Ella es la asunta al cielo, la Inmaculada que sin mancha está vestida de humildad ante el Dios Eterno, la Madre admirable, la mujer que vestida del Carmelo es consuelo y refugio de sus hijos en este Norte Grande.

Entre nosotros el título de Reina tiene también un sabor propio. Cuando decimos que nuestra mamá es la “reina de la casa”, estamos reconociendo que ella por una parte tiene autoridad indiscutible sobre toda la familia y por otra, que tiene todos nuestro amor y cuidados hacia su persona.

Cuando en nuestros cantos, aclamaciones y diversas expresiones de fe, la llamamos “Reina” estamos afirmando todo esto: ella es Señora y dueña de nuestra tierra, de nuestra historia y de nuestras vidas; y nosotros nos declaramos sus “amantes hijos” como cantamos en el canto tradicional “Virgen del Carmen bella”; haciéndola el centro de todas nuestras expresiones de amor que reflejan nuestro cariño, gratitud y confianza total hacia ella.

Al colocar sobre su imagen una corona, estamos afirmando todo lo anterior, la estamos colocando en centro de nuestras vidas, pues al tenerla de ese modo, es Cristo quien va penetrando más en nuestras vidas, pues todo en ella es reflejo de Jesús, su Hijo, su Maestro, su Señor y su Dios. 


Una coronación hecha por el Papa

Con la visita del Papa Francisco a Chile, y su venida al Norte Grande, a Iquique, estamos pidiéndole que como sucesor de Pedro, coloque a nombre de toda la Iglesia nortina, sobre la cabeza de la imagen más venerada de estas tierras una corona, que reconozca todo el amor de los nortinos hacia esta Señora vestida del Carmelo que en el desierto tiene una casa elegida  por Dios para que fuera refugio, abrazo y consuelo para todos los hijos e hijas de estas tierras. El Papa, como nuestro pastor universal, al colocar esta corona sobre la Virgen del Carmen de la Tirana, se hace eco de nuestros deseos y como padre y maestro nos anima a continuar nuestro peregrinar de la fe junto a la Madre del Señor, teniéndola presente en todos lo momentos de nuestras vidas e historia. Será una alegría y un gran honor, un momento histórico que el Papa haga este gesto a nombre de todos nosotros.

Una corona con nuestra identidad

La corona con la que se quiere que el Santo Padre corone a la imagen de la Virgen, ha sido mandada a confeccionar a talleres del Cusco, Perú, donde los artesanos conservan estas antiguas tradiciones del labrado de los metales preciosos. Se ha financiado con el aporte y esfuerzo de los integrantes de los Bailes Religiosos a través de la Federación Tirana.

La corona de la Virgen y el Niño están confeccionadas en plata con un baño de oro, y tienen algunos símbolos que nos hablan de nuestra identidad nortina: una franja andina, una cruz unida al sol y el escudo del santuario.

Franja andina: Es una franja que contiene una parte de la antigua chakana o cruz andina que es el testimonio del modo ancestral de comprender el mundo en toda la zona andina. Allí también aparecen los signos del cielo: sol (Inti) , luna (Quilla) y estrella (Chaska).

Cruz unida al sol: Con este signo se realiza la “coronación” de coronas de la Virgen y del Niño. Este es un signo que recoge lo que es nuestra experiencia de fe cristiana en el norte Grande: una fe mestiza, donde ha sido acogido y expresado en muchas de las formas ancestrales de vivir la expresión religiosa. Nuestro catolicismo nortino está profundamente unido a la danza, la fiesta religiosa, las promesas y una serie de costumbres que se guardan unidas al cariño y respeto a la tierra (Pachamama) y las diversas formas de reciprocidad y cuidado de la comunidad. Nuestra fe está enraizada en estas costumbres; y aunque para muchos pueda parecer distinta, es totalmente legítima y una expresión amada por Dios y la Virgen.

Escudo del santuario: Es la memoria del lugar: La Tirana, la Casa Grande de la Virgen en el Norte. Es en este santuario donde se guardan las raíces de nuestra identidad y de nuestra forma de vivir la fe.

Una corona carga con nuestra oración y amor de hijos y hermanos

Usar plata y un baño de oro par hacer la corona es una forma de querer hacer un hermoso y noble regalo a nuestra Madre en la medida de nuestras posibilidades. Pero ¿esto es suficiente? No. Si la corona no la impregnamos de nuestras oraciones y amor hacia ella, quedará sólo con una belleza exterior. Esta corona es nuestra, nos pertenece y somos nosotros la que tenemos que bañarla de nuestros mejores sentimientos, oraciones y compromisos. Por ello estas preguntas nos pueden ayudar a esto:

¿Qué súplicas quieres colocar en estas coronas?

¿Qué quieres decirle a la Virgen al momento de colocar esta corona en su imagen?

¿Con qué gesto de amor te gustaría acompañar la ofrenda de estas coronas?

Te invitamos a que coloques estas preguntas en tu corazón y prepares este momento de coronación de nuestra Madre. Visitar un enfermo, compartir algo de lo que posees con alguien que lo necesita, reconciliarte con alguna persona, dar de tu tiempo a personas que no te pueden retribuir, etc. Son algunos gestos de amor concreto con que podemos bañar estas coronas … la fe se vive creyendo, y mientras creemos esperando; y mientras esperamos, siempre amando.

Que cuando el Papa esté colocando estas coronas en la imagen de la Virgen y el Niño Jesús, podemos nosotros, los nortinos, extender nuestras manos para unirnos a las manos del Pastor y con él volver a decirle a esta buena Señora: Aquí estamos, somos tus hijos ¡Tú, nuestra Reina y Madre para siempre!





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